Una carta ("Abuelo te extraño. Santi"); dos plantines con flores; cuatro retratos de víctimas y claveles blancos desparramados. Familiares de víctimas del terrorismo de Estado dejaron esos recuerdos sobre un montículo. El altar se armó espontáneamente frente a la enorme estructura -de 35 por 20 metros- que cubre las cinco fosas comunes en la que se hallaron restos de desaparecidos en el ex Arsenal "Miguel de Azuénaga" (Las Talitas).
La imagen resume lo vivido ayer durante la inspección ocular celebrada allí por la megacausa "Arsenales II-Jefatura II". Los peritos hicieron hablar a las huellas del horror y los relatos de los sobrevivientes llevaron a los presentes a sus días de terror. Sin embargo, los familiares de víctimas, con cánticos, fotos y lágrimas, hicieron que la muerte retrocediera y que los ausentes estuvieran allí.
La entrada al infierno
O.T. (testigo protegido) escudriñó el paisaje y dictaminó que sobre los caminos había un poco más de árboles y de maleza que hace 37 años. Junto a los geólogos y arqueólogos del Giaat y del Camit, el ex gendarme guió al Tribunal Oral Federal (TOF) y a los abogados defensores (los oficiales no asistieron) y querellantes en la primera parte de la inspección. El testimonio del hombre, que cumplió funciones en el Arsenal en los 70', fue clave para la causa porque aportó detalles precisos del funcionamiento del lugar y de la ubicación de las fosas. El Arsenal es considerado el centro clandestino de detención y exterminio (CCD) más grande del NOA. Habría funcionado desde principios de 1976, según los testimonios. Allí eran trasladados los secuestrados que estaban alojados en centros más chicos. El terreno tiene varias hectáreas, parte de ellas de monte. Al CCD se entraba por un camino de tierra, paralelo a la ruta Nº 9. Es conocido como "camino histórico". El trazado fue reabierto para la inspección, en base a estudios de peritos. También había una red de senderos que unían distintas áreas del centro. A mitad del trayecto, O.T. mostró los restos de la llamada "Casa Vieja", donde vivían los gendarmes (se habrían encargado de la custodia de detenidos). "Era bastante antigua. Estas que están en el piso son las tejas que tenía", recordó. Mientras, removía con el pie una y otra vez las ruinas de la construcción. El perito Ruy Zurita explicó que habría sido volteada con una pala mecánica. Otra parada en el recorrido fue en el "Galponcillo", una casita cuyas paredes internas están cubiertas con brea. Pruebas científicas incluidas en el expediente dan cuenta de que en el piso se hallaron manchas que podrían ser de sangre humana.
El infierno
El "Galpón N°9" fue el "infierno" para los secuestrados. La segunda parte del reconocimiento se desarrolló allí. Desde afuera, la edificación parece más pequeña que lo que es. De forma rectangular y techo a dos aguas, conserva su forma original. Parte de la cerca alambrada que la rodea también sería de aquella época. Las que no están son las casillas prefabricadas que se habrían usado para las torturas y que se ubicaban en las esquinas del perímetro cerrado.
El Galpón está dividido en dos, con entradas independientes. Las pequeñas ventanas -son las originales- apenas dejan entrar la luz y el aire. Por ello, la tensión y la angustia hicieron que adentro casi no se pudiera respirar. Allegados de Luis Falú y Ana Sosa-víctimas de la causa- se quebraron al conocer el tétrico espacio. Sobre todo, porque los sobrevivientes mencionaron las celdas en las que vieron a sus seres queridos.
Cada una de las salas habría albergado entre 30 y 40 personas. Ramón Brizuela fue una de ellas. "Aquí estaba yo ¿saben cómo nos tenían? Así, parados contra la pared todo el día", demostró con poses el hombre que fue secuestrado en mayo de 1976. En la penumbra, sólo brillaban dos focos que colgaban del techo y sus ojos, húmedos, iban y venían mientras dibujaba con las manos los tabiques de madera que separaban a una víctima de otra. Los peritos encontraron marcas de cómo estaba dividido el espacio en celdas ínfimas. "Aquí pasé momentos terribles, por la opresión y los golpes. De aquí se escuchaban los gritos de las torturas", relató Brizuela. "Una vez conté y había 25 pies de cada lado", aportó Ernestina Yackel (secuestrada en marzo de 1976). "Aquí estaba 'Lucho' Falu y aquí Enrique Sánchez", mostró Cristina Rodríguez (secuestrada en septiembre de 1976). O.P. (testigo protegido) fue una de las víctimas que más tiempo pasó recluido (entre julio de 1976 y junio de 1977). "La salida del sol marcaba la gloria de haber sobrevivido un día más", resumió tras dar datos precisos del lugar.
Peritos policiales expusieron sobre las pruebas que se efectuaron en los muros para hallar manchas de sangre y para detectar disparos. Detectaron huellas que podrían ser del fluido y orificios que serían compatibles con impactos de armas.
En una de las habitaciones, estaba exhibido un tacho que se habría usado para sumergir a los detenidos. Ese era uno de los métodos de tortura. Los sobrevivientes describieron terribles muertes de compañeros como consecuencia de esas prácticas: dijeron que vieron a algunos enterrados hasta el cuello y a otros, colgados. También coincidieron en que escuchaban ráfagas de disparos con frecuencia. Una prueba para constatar esto último estremeció a todos. Un soldado hizo dos disparos al aire a 100 metros del Galpón, donde están las fosas . Ambas detonaciones se escucharon con claridad y sobresaltaron a los participantes.
El final
Los restos hallados en las cinco fosas comprenden las pruebas más irrefutables de lo ocurrido en el CCD. Ocurre que, detenidos que fueron vistos en las celdas por testigos terminaron en los pozos de inhumación común, según las 12 identificaciones efectuadas por el EAAF. El antropólogo Juan Nóbile detalló cómo fue el minucioso trabajo que realizaron. Describió que los cuerpos fueron quemados y las fosas, removidas con máquinas y reutilizadas, y que eso no permitió que hubiera más identificaciones por el momento. Mostró que también se encontraron proyectiles asociados a los esqueletos.
Mientras exponía, familiares le hacían la misma consulta: "¿puede haber aquí más identificaciones?". Esperaban una respuesta, confiaron, con la ilusión de tener algún día donde recordar a los suyos aunque sea con un pequeño altar.
Otros sectores.- La inspección ocular incluyó también recorridos por la Compañía de Arsenales, ubicada en otro punto del predio militar. Allí, testigos reconocieron puestos de control, galpones y dependencias que mencionaron en sus declaraciones. También se hizo lo mismo en el frente del edificio en el que funcionó el CCD denominado "El Motel", frente al Arsenal. Al cierre de esta edición estaba previsto que el TOF y las partes recorrieran también el Instituto San Benito.
Fosas comunes.- Las fosas comunes fueron descubiertas en 2009. Los primeros restos humanos se hallaron en 2011. De los 13 esqueletos encontrados, el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) identificó a 12. El restante estaba demasiado quemado como para obtener material genético, explicaron los especialistas. En los pozos fueron inhumados de manera clandestina una cantidad de víctimas que no se puede determinar.
LOS IDENTIFICADOS.- En la fosa 4 se reconocieron restos de 12 hombres que pasaron de ser desaparecidos a ser ciudadanos asesinados durante la dictadura. Se trata de: José Máximo Tapia, Damián Octavio Márquez, Pedro Guillermo Corroto, Juan Ángel Jiménez, Avelino Alarcón, Miguel Avelino Alarcón, Hugo Marcelo Alarcón, Ricardo Salinas, Felipe Urueña, Rosario Argañaraz, Eduardo Vizcarra y José Luis Maldonado.
Así sigue el juicio.- El debate comenzó hace 10 meses. Las víctimas suman más de 220 y los imputados, 41. Está previsto que el 10 de octubre las partes comiencen con los alegatos.
Todos presentes.- De las inspecciones participaron los jueces Carlos Jiménez Montilla, Gabriel Casas, Juan Carlos Reynaga y Hugo Cataldi; los fiscales Leopoldo Peralta Palma, Pablo Camuña y Patricio Rovira; los abogados querellantes y los defensores particulares de los imputados.